Que las abejas (de nuevo) oigan los pucheros de casa

Recientemente hemos escuchado las quejas de un sector, el apícola, que está en crisis, que protesta y se manifiesta porque mieles de mala calidad y a bajos precios provenientes de otros países inundan nuestros mercados. Es probable que también alguna vez haya llegado a nuestros oídos la noticia del rechazo por parte de algún país europeo de una partida de miel adulterada o con residuos de tratamientos no autorizados.

Esta dolorosa crisis es característica de la apicultura industrial a gran escala, una apicultura que no siempre dispensa el mejor trato a las abejas y que produce una miel que no satisface a los consumidores más exigentes. Es una crisis que, sin embargo, no debe dejar indiferente al sector ecológico, porque una apicultura ecológica también a gran escala podría seguir la inercia del sector no ecológico y caer en sus mismos errores. La realidad es que la normativa de la apicultura ecológica protege básicamente al consumidor, evitando la aparición de residuos en la miel; y sólo en segundo término, y como efecto de esas medidas, «protege» a las abejas; porque todo lo relacionado con su bienestar no son más que recomendaciones, permitiendo, por tanto, asentamientos masivos, un manejo brusco y mecánico de las colonias… En apicultura ecológica no debería pasar lo que ya pasa muchas veces en agricultura ecológica: sustituimos unos productos fitosanitarios por otros, pero no cambiamos la mentalidad ni los modos de actuar.

No somos pocos los apicultores ecológicos que buscamos las causas de esta crisis, para poder encontrarle una vía de solución, aunque sea a nuestra pequeña escala. Algo de nuestra experiencia en este sentido es lo que contamos en este artículo. Y es también lo que hemos querido reflejar en el título: que las colmenas vuelvan a estar cerca de casa, para que podamos atenderlas adecuadamente y poder obtener con ello una miel de gran calidad. Seguramente serán ideas no válidas para algunos apicultores, pero tal vez aporten algo de luz a otros muchos que se sienten, como nosotros, perdidos entre lo que la conciencia nos dicta y las presiones del mercado.

Al escribir este artículo hemos pensando especialmente en aquellas personas que viven en el campo. Queremos animarlas a que se instalen un pequeño colmenar cerca de casa, como se ha hecho toda la vida en las masías; eran las abejas que proporcionaban miel a la familia y polinizaban los cultivos, aumentando así el rendimiento de las cosechas. Sabemos que las abejas son animales sociales, y más sociables de lo que creemos. Debemos perderles el miedo. Animamos, por tanto, a todos los que puedan a que pongan en su finca lo que nuestro amigo Mariano Bueno llamaría «el colmenar familiar ecológico». De él obtendrán no sólo una miel de confianza para su consumo, sino la correcta polinización de sus cultivos. Enseguida se podrá comprobar cómo la presencia de abejas en la finca es de una ayuda inestimable para que esta se vaya convirtiendo en un organismo agrícola vivo, equilibrado y ecológicamente perdurable. Un colmenar así (entre 2 y 12 colmenas, por ejemplo) puede manejarlo bien en ecológico cualquier persona con un mínimo de interés, conocimientos técnicos y cariño por las abejas. La apicultura ecológica no es sencilla, pero en un colmenar estante y cerca de casa la apicultura ecológica es todo lo sencilla, eficaz y gratificante que puede llegar a ser.

La apicultura en la encrucijada

Como ya hemos comentado, el sector apícola convencional está atravesando por momentos muy malos. No sólo hay una grave crisis del mercado de la miel, sino que además algunos apicultores se están encontrando con una elevada mortalidad de las abejas y con el despoblamiento de las colmenas. Esto último se achaca a distintos factores, como la sequía de esta temporada. Pero nosotros creemos que no se analiza lo suficiente otras causas, que se suman al estrés de las abejas por su manejo intensivo; por ejemplo, cómo influye en las abejas el ambiente que nuestra forma de vida está transformando tan drásticamente: un cambio climático que confunde a las plantas en su floración y por tanto también a las abejas en su ciclo bien definido; los plaguicidas agrícolas a los que las abejas son extremadamente sensibles; un aire cada vez más contaminado y que durante el verano se carga del oxidante ozono troposférico, lo que predispone a las abejas (lo mismo que a las hortalizas del huerto) a padecer enfermedades, especialmente virosis…

Cuando asistimos a congresos o charlas del sector, la opinión unánime de los expertos es que «la situación sanitaria apícola, lejos de mejorar, empeora día a día». No sólo no se han resuelto los problemas de las enfermedades clásicas, sino que en el horizonte nos acechan otras nuevas: el pequeño escarabajo de las colmenas, originario del sur de África, pero que ya está en Estados Unidos, Australia y Canadá; o un ácaro llamado laTropilaelaps, que, aunque aún está restringido al sudeste asiático, con el actual trasiego de mercancías, habrá que ver cuánto tarda en llegar y complicarnos todavía más la sanidad del colmenar. Recordemos que tenemos en nuestros colmenares la cepa coreana (una de las más agresivas) del ácaro parásito laVarroa destructor. Este es el principal problema sanitario de nuestras colmenas. Si a esto le sumamos que en las zonas templadas, como la nuestra, las abejas no hacen parada invernal (es decir, el ácaro puede reproducirse durante todo el año), entenderemos la dificultad que plantea el control de varroa, también incluso en apicultura convencional.

En esta última, el control de varroa pasa por la aplicación de productos químicos, incluso varias veces por temporada, con todo lo que esto supone para la calidad de la miel, la salud de las abejas y la del propio apicultor que los aplica. Y estamos llegando al punto en que controlar esta enfermedad, a gran escala, mediante apicultura ecológica, puede llegar a ser tan complicado, que están surgiendo iniciativas como la de un grupo de apicultores europeos que, en colaboración con apicultores brasileños, producen miel ecológica en Brasil para el mercado europeo (la abeja de Brasil es la africanizada, tolerante a varroa, por lo que allí no es necesario realizar tratamientos contra ella). ¿No es esto un toque de atención como para pararnos un poco a pensar qué está pasando, qué estamos haciendo mal?

Hemos constatado y confirmado en conversaciones con otros apicultores que las abejas se acercan cada vez más a los núcleos habitados, que son cada vez más los enjambres que, saliendo de sus colmenas, se instalan en recovecos de pueblos y ciudades. Esto no puede deberse sólo a la falta de huecos naturales para hacer su nido. ¿No es extraña esta actitud? Las abejas, así lo sentimos, nos están pidiendo ayuda para salir del atolladero en que las hemos metido. En el fondo, las abejas (lo mismo que las vacas, los pollos, las cabras…) nos están avisando de que debemos replantearnos muchas cosas.

Las abejas están enfermas y necesitan más cuidados que nunca; actualmente, sin los cuidados constantes del apicultor las abejas se mueren sin remedio. Es por ello que cuando el colmenar está lejos y no podemos realizar visitas frecuentes la única solución parece ser la aplicación de tratamientos químicos persistentes. ¿Qué pasa entonces con la apicultura ecológica a gran escala y con el colmenar lejos de casa? Como comentábamos al principio, al estar sometida a las mismas presiones del mercado (máxima reducción de costes para aumentar la rentabilidad), sigue en muchas ocasiones las formas de funcionar de la apicultura convencional cambiando un tratamiento químico por uno ecológico que dure lo suficiente como para no hacer frecuentes visitas al colmenar; pero estos tratamientos (es el caso por ejemplo del timol impregnado en esponjilla) no tienen actualmente la eficacia de los tratamientos químicos. No dudamos de la validez del timol empleado en las condiciones adecuadas, pero después de usarlo unos cuantos años nos da la impresión de que, aparte de la variabilidad de su eficacia en el campo, erosiona la vitalidad de las colmenas y puede interferir seriamente en los delicados procesos que ocurren dentro de ellas. La amplia difusión de los tratamientos basados en timol ha podido confundir a los pequeños apicultores, pues nos llevó en el pasado a no considerar otros tratamientos (ácidos fórmico y láctico) que por su mayor necesidad de mano de obra y tiempo no se adaptaban a la forma de funcionar de los grandes colmenares; sin embargo son tratamientos que pueden dar resultados satisfactorios teniendo el colmenar no lejos de casa. La nformación sobre estos productos está al alcance de todos y cada cual debe adaptar los tratamientos a la situación concreta de su colmenar.

Si quieres miel y cera, llévame caballera

Según reza el dicho, si quieres miel y cera suficientes carga tus colmenas a lomos de la caballería y haz trashumancia… Trasladar las colmenas es muchas veces la única manera que tiene un apicultor profesional de obtener cosecha suficiente para poder vivir. Es un hecho comprobado que no trashumando obtenemos menores cosechas de miel y puede que en años climatológicamente muy malos para las abejas no obtengamos cosecha alguna. Si no trashumamos tendremos menos miel, es cierto; pero también nos ahorraremos gran cantidad de combustible y de preocupaciones (conducciones nocturnas, obtención de permisos de traslado e instalación de colmenas…). Y no olvidemos que el primero y principal producto de la colmena es la polinización de nuestros cultivos y nuestro entorno, nunca suficientemente valorada. Si mantenemos las colmenas estantes evitaremos que nuestros campos y montes queden sin abejas varios meses al año. Debemos saber que cuando situamos las colmenas para aprovechar la floración más rentable (romero, por ejemplo) y nos las llevamos al acabar dicha floración estamos provocando un sobresemillado de estas plantas en detrimento de otras «menores» por su interés comercial pero no por su interés ecológico.

La trashumancia es la búsqueda continua de floraciones, con lo que en una temporada sometemos a la colonia a un desgaste equivalente al de varias en un colmenar estante; pues al trabajo sin descanso añadimos el esfuerzo que supone para las abejas la constante adaptación a nuevos lugares.

Un manejo diferente

El hecho de mantener las colmenas cerca de casa nos va a permitir aplicar técnicas de manejo aparentemente impensables en la apicultura profesional y a gran escala, pero absolutamente respetuosas con la biología de las abejas. No son técnicas que se encuentren en los libros de texto más habituales, pero algunos apicultores las aplican sin por ello dejar de lado la rentabilidad de sus colmenas; y es que para que una colmena produzca una cantidad importante de miel, con las condiciones ambientales favorables, sólo tiene que estar sana y bien poblada. Y en cualquier caso, si nuestro pequeño colmenar familiar ecológico nos da miel suficiente para la familia y los allegados, cualquier excedente hemos de considerarlo como un auténtico regalo de parte de nuestras abejas.

Más de un apicultor se llevará las manos a la cabeza con las propuestas de manejo que vamos a explicar a continuación. Queremos por ello recordar que con la llegada de varroa las reglas del juego han cambiado; algunas de las cosas que antes funcionaban ahora han dejado de hacerlo. La varroa ha pasado a ser la prioridad de los apicultores, que deben luchar continuamente contra ella para que no se mueran sus abejas. Estamos en una nueva época apícola y hemos llegado a un callejón sin salida si admitimos como única solución al problema los 4 o 5 tratamientos químicos que un apicultor convencional puede llegar a realizar cada año. ¿No podremos encontrar parte de la solución en un nuevo enfoque de la apicultura, en nuevas técnicas de manejo?

Labrado natural de los panales del nido de cría

Poniendo tan sólo una pequeña tira de cera en el cabezal de cada cuadro, para orientar la construcción, dejaremos que las abejas construyan los panales del nido de cría. Esta es una práctica habitual cuando los pequeños apicultores no tenemos acceso a láminas de cera estampada de producción ecológica; la cera convencional tiene altos niveles de residuos de los plaguicidas utilizados contra varroa que, retenidos en ella, pueden tardar varios años en degradarse completamente.

Podemos dejar en manos de las abejas la renovación normal de 2 o 3 cuadros cada año. Con ello les dejamos que expresen plenamente su cualidad de cereras, aunque para ello necesiten consumir parte de «nuestra» miel.

Por otra parte, el tamaño de las celdillas de la lámina de cera estampada usada actualmente no es el natural, sino que es fruto de teorías que decían que el aumento del tamaño de la celdilla provocaba un aumento del tamaño de la abeja y con ello un aumento del tamaño de su trompa y así un incremento en su capacidad de pecoreo… Pero, ¡qué curioso!, ahora están surgiendo estudios que relacionan tamaño de celdilla natural, más pequeño, con mayor resistencia a varroa. Dejemos, pues, a nuestras abejas labrar algunos panales y reservemos las láminas de cera ecológica para las alzas. Quizá nos encontremos con ello con un mayor número de zánganos y quizá eso sea debido al desequilibrio que durante tanto tiempo hemos mantenido en la colmena. Pero no miremos con malos ojos al pobre zángano, que arrastra una reputación que no se merece, pues aún no conocemos todas las funciones que puede desempeñar dentro del organismo-colmena.

La colmena es un verdadero ser vivo y el enjambre es el fenómeno biológico de multiplicación de la especie

Es muy significativo que en la apicultura más antigua la aparición de un enjambre era motivo de alegría. Sin embargo, en la más actual y productivista la enjambrazón es considerada un instinto que hay que reprimir a toda costa mediante técnicas sofisticadas o tan rudas como «partir la colmena» en opinión de algunos, esta última práctica, realizada temporada tras temporada, arruina la mejor raza de abejas por la baja calidad de las reinas obtenidas.

Una forma de reproducir el colmenar es aprovechar el instinto de enjambrazón natural, dejando que sean las propias abejas quienes decidan el momento adecuado para ello. Debemos dejar actuar al instinto, aunque bajo cierto control. Para ello es preciso que estemos atentos a la reacción de las colmenas durante la época de formación de enjambres; por eso la cercanía al colmenar es importante. Poco antes de que el enjambre natural salga de la colmena y lo perdamos formaremos un enjambre artificial con la reina, y con la colmena original podremos formar núcleos, ya que de ahí saldrán con seguridad reinas de la mejor calidad.

Desabejar los cuadros sin brusquedad

Para el desabejado de las alzas de nuestras colmenas cerca de casa no emplearemos el cepillo ni los golpes secos. Todo ello causa una gran alteración en la colmena, molestias para el apicultor y cierto peligro para los que pasan por las inmediaciones. Para desabejar podemos emplear los aquí poco difundidos escapes Porter, con lo que conseguiremos dejar las alzas libres de abejas en apenas 24 horas. Estos escapes, situados en tableros, se colocan levantando las alzas unos centímetros (lo suficiente para deslizarlos bajo ellas); si esto se hace con cuidado no alteraremos en absoluto las colmenas y al día siguiente nos podremos llevar las alzas vacías de abejas al obrador.

«Volvamos a lo antiguo, será un progreso»

Sin querer llevar al extremo esta frase de Verdi (pues no queremos prescindir de los adelantos que en apicultura han supuesto por ejemplo los cuadros móviles, o la colmena de alzas), sí queremos, sin embargo, retomar de antaño un modo de hacer las cosas, apicultura en este caso, más sosegado, observando más y respetando más los ciclos naturales. Esta apicultura familiar ecológica nos va a permitir disfrutar sin prisas y sin presionar a las abejas, además de abastecernos para todo el año de una excelente miel de la máxima confianza. Y no pensemos que este cuidado amoroso de un colmenar pequeño y cercano va a distraernos ni impedir que nos dediquemos a los demás trabajos de la finca, pues son tareas que se pueden realizar en distintos momentos y de forma complementaria.

Las propuestas de manejo que hemos contado sólo son algunas de las posibles; hemos de seguir observando atentamente y aprendiendo de las abejas día a día.

Por último, no queremos olvidarnos de todas las personas que no pueden tener sus propias colmenas y que desean consumir una miel de calidad y de absoluta confianza. Por supuesto, les recomendamos que elijan una miel ecológica y a ser posible de un apicultor conocido, de su misma zona; y que no olviden que una miel bien hecha, fruto del trabajo de las abejas y de los cuidados del colmenero merece ser justamente valorada.

Jaime Albert y Mónica Cruz

Artículo publicado en el nº 20 (Primavera 2005) de la revista La Fertilidad de la Tierra.